viernes, 1 de julio de 2016

Yo no nací para reír

Yo no nací para reír, en vano 
el sol baña con sus oros mi cabeza. 
Soy gentilhombre del dolor humano 
y envuelto voy al insondable arcano 
en el manto imperial de mi tristeza.
Nunca supe de bien, supe de dolor, 
de frío y soledad: Mi ser remeda 
la noche pertinaz que cubre al polo. 
Dejadme con mi angustia, estoy tan solo... 
Si me quitan mi angustia, ¡qué me queda!
Me quieres, bien lo sé. Piadosa y franca 
desciendes a mi mal con heroísmo 
y donde todo es negro tú eres blanca: 
florecita de nieve en la barranca 
y estrellita de paz en el abismo.
Me quieres, bien lo sé; pero me espanta 
pensar que mi existencia tan obscura, 
que tu almita de luz, tu almita santa 
negra se volverá con sombra tanta 
por querer que amanezca en mi negrura.
...Y el cielo prueba nuestro amor, el gozo 
se alejó gorjeando de la reja 
donde el sol alumbró tanto alborozo 
y hoy tú ya no eres más que un gran sollozo 
y yo ya no soy más que una gran queja.
¡Cuánta dicha de ayer en nuestra escena! 
Pero el ala de Dios cubrió el santuario 
y sin piedad de ti, que eres tan buena, 
te clavó en el madero de la pena, 
te trocó en virgencita del calvario...
¡Mas qué importa! El dolor es soberano 
dispensador de gloria y de nobleza. 
¡Mi estrellita, mi flor, dame la mano 
y vayámonos juntos al Arcano, 
en el manto imperial de mi tristeza!